INTRODUCCIÓN
JULIO LORCA
Autor
                                                                                                                                                                                                          
 
Fue una innovación surgida del renacimiento, la imprenta, la que permitió que durante un corto periodo de tiempo el ser humano desplazase a Dios como centro de todas las cosas. Pero esto duró bien poco. La ciencia, la tecnología y la economía ocuparon pronto su lugar. El mecanicismo, el materialismo y “otros ismos”, nos han dominado desde entonces. Uno de los últimos es el que hemos denominado como despotismo tecnológico, donde se antepone el consumo forzado por el marketing, el branding o el neuromarketing sobre algo preconcebido técnicamente, sin que se asocie a ningún problema o necesidad real. Las grandes revoluciones del siglo XVIII, los avances en la ciencia o la prolongación de la esperanza de vida son herederos de aquel invento del Renacimiento, que “vulgarizó” el acceso al conocimiento, permitiendo a muchos más, tomar consciencia de sus derechos; si bien, también influyendo en la emergencia coetánea del capitalismo, que tantísimo bienestar y sufrimiento ha generado desde entonces.
Ya había ocurrido antes, con el arte o la escritura: es una constante en la historia la forma en que una innovación disruptiva o radical, sobre la capacidad para producir, conservar y transmitir información, genera una aceleración drástica del progreso hasta ese momento desconocido. Pero cada uno de esos periodos de avance, viene también acompañado de la emergencia de nuevos grupos de poder, capaces de instrumentar tales cambios en beneficio propio. Hoy está volviendo a ocurrir. En está ocasión se llama World Wide Web, y su inmediata derivada,  la Globalización; que como es habitual, viene cargada de oportunidades  y también de grandes amenazas.
Cierto es que no podemos ver a simple vista la magnitud del cambio que hoy vivimos, pues nos encontramos en una especie de vórtice de huracán en el que reina una aparente calma; estando  así, lo más trascendente, aún por llegar. Ello se debe a la presencia de enormes fuerzas contrapuestas, en un sutil reequilibrio que se torna cada vez más inestable. Es lo que Eamonn Kelly denominó en su libro, La década decisiva, como las tensiones dinámicas del presente.
Así, al igual que ocurrió en las ocasiones precedentes, el statu quo imperante comienza ya a resquebrajarse, y comienzan a generarse situaciones transitorias aberrantes:
De un lado, se pueden realizar operaciones de banca especulativa u operaciones intradía en bolsa, a la velocidad de la luz; derivando en realidades tan tremendamente dañinas como las protagonizadas por individuos como Madoff o  por las propias hipotecas basura. Así, el mismo año en que se hizo patente la primera gran crisis de nuestro siglo, el 40 % del PIB americano derivó de movimientos financieros puros, sin relación alguna con la generación de valor… excepto para unos pocos.
De otro lado, y al mismo tiempo, las bases del propio capitalismo como lo hemos conocido hasta ahora, comienzan a debilitarse. Así, en la práctica, la generación de vasos comunicantes entre todas las economías mundiales, está destruyendo los diques de protección que mantenían la riqueza mundial al alcance de unos pocos.
De esta manera, un mercado de 4.000 millones de personas, de la base de la pirámide, comienza a emerger, pretendiendo alcanzar niveles de calidad de vida semejantes a los de occidente. La derivada inmediata está por cuajar: En primer lugar, haciendo insostenibles los logros en bienestar alcanzado por los países más ricos. Y de otro, la llegada de una especie de paradoja capitalista: Al igual que cualquier otro eco-sistema,  sólo podrá sobrevivir mientras perduren los recursos de los que se nutre. Para que la población global alcance la meta referida, serían necesarios los recursos de 4 planetas. En consecuencia,  o se consigue antes una energía limpia, suficientemente barata, para la demanda esperada, o el desastre está asegurado. Así, lo que aparentemente camina hacia el triunfo del capitalismo y del consumismo, acabará representando su propia tumba.
Una población mundial que envejece, con tecnología energética aún limitada y con herramientas de movilización tan potentes como internet, estará abocada a exigir nuevas soluciones… de cualquier manera. Parafraseando a Mario Benedetti: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”. Por eso hoy, los que mandan, ya no saben que responder. Siguen pensado con la mentalidad del pasado, desde burocracias del pasado. Así, el verdadero problema que subyace a todo lo que estamos viviendo, crisis incluida, es la carencia de decisiones políticas a la altura de las circunstancias. Los partidos políticos occidentales, sólo actúan con diligencia, si ven peligrar la poltrona. El resto de las cosas se encuentra en una permanente “parálisis por el análisis”. Y es que las instituciones del siglo XX ya no sirven para lo que la nueva realidad nos demanda, y ellos son incapaces de de cambiarlas. Ya lo dijo Eistein: “Ningún problema puede ser resuelto por la misma conciencia que lo creó”. Los sindicatos y partidos políticos se han transformado en auténticas maquinas caza-voto, donde lo políticamente correcto ha desplazado a la Verdad. Si les señalas con tu dedo índice la luna, sólo ven que tu uña estaría mejor con un poco de esmalte electoral.
¿Y los bancos, qué podemos decir de estos chantajistas tutelados por el Estado? Pues que cuando las cosas van mal, hay que ayudarles para evitar que las cosas empeoren; y a eso se le llama, simplemente, socializar las pérdidas de la banca. ¿Pero a que nunca socializan las ganancias? Claro, que si lo políticos beben de la misma taza, a cambio de que les garanticen sus propias finanzas, la ecuación está cerrada. ¿Y la justicia? Pues con decir que Montesquieu está bien enterrado, no hay más que hablar.
Se quiera o no, la nueva revolución que se avecina, tendrá mucho del pasado. Y a sus enseñanzas deberemos recurrir para minimizar las posibles amenazas de algo que se antoja inevitable. Y que no se crea nadie que la solución pasa por empoderar. El diccionario panhispánico de Dudas define como tal “conceder poder a un colectivo desfavorecido socio-económicamente para que mediante su autogestión mejore sus condiciones de vida”.
El problema es que nadie puede regalar lo que no le pertenece. El poder que poseen los políticos es delegado (democracia), o usurpado (dictaduras); y cuando se alcanzan ciertos límites, los ciudadanos se cansan de esperar: simplemente ¡SE EMANCIPAN!.
En los últimos años, mediante una serie de tribunas en las diversas cabeceras del grupo Joly, he desmenuzando todos estos conceptos, ahora compilados en este libro, y que han sido agrupados en las 5 categorías que se presentan en las dos siguientes páginas. En conjunto, se han seleccionado un total de 46 artículos, que en esencia componen, a mi entender, las avanzadillas del mañana, problemas de hoy, analizados con la perspectiva de lo que ha de venir; ejemplos concretos de cambios necesarios para encarar la nueva era con mejores garantías o casos que demuestran la deriva de unas instituciones, anacrónicas  sin más.
Sí, una nueva era, que como aventuraba el filósofo y jesuita francés Teihard de Chardin vendrá representada por: “una colectividad armonizada de conciencias, que equivaldrá a una especie de superconciencia. La Tierra cubriéndose no sólo de granos de pensamiento, contándose por miríadas, sino envolviéndose de una sola envoltura pensante hasta no formar precisamente más que un solo y amplio grano de pensamiento, a escala sideral. La pluralidad de las reflexiones individuales agrupándose y reforzándose en el acto de una sola reflexión unánime”. Muy cercano a lo que más recientemente Ray Kurzweill ha denominado Singularidad. Hablamos, por tanto, de un nuevo amanecer: del advenimiento del Renacimiento 2.0; donde el hombre, como un todo, definitivamente ocupará su lugar.